
Emiliano Vargas, el menor de los hijos del ‘Feroz’, enfrentará a Juan León en el T-Mobile Arena de Las Vegas este domingo.
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En una época en la que el boxeo busca nuevas figuras que conecten con el corazón del público, el apellido Vargas vuelve a sonar con fuerza. No por sus rizos de oro o los logros pasados de Fernando Vargas, quien fue un excampeón mundial y Salón de la Fama, sino por el prometedor ascenso de sus tres hijos: Fernando Jr., Amado y Emiliano.
Uno de los recuerdos más icónicos de Fernando eran sus peinados, esos “mechones de gallo” que se convirtieron en parte de su identidad. Es posible que esos “golden locks” se vuelvan a ver.
“Los muchachos dicen que cuando peleen por el título mundial, se van a hacer el pelo así”, cuenta Fernando con una sonrisa a LA Times en Español. “No voy a decir quién, pero hay planes. Todo el mundo se va a poner bien cura con eso”.
El domingo, 4 de mayo, el ‘Feroz’ estará acompañando en la esquina a Emiliano, quien se medirá ante Juan León en el T-Mobile Arena de Las Vegas (3:10 p.m. PT, ESPN+). El combate, pactado a ocho asaltos, será parte de la cartelera preliminar que tendrá como pelea estelar la defensa del campeonato indiscutido del peso supergallo por parte de Naoya Inoue, quien enfrentará a Ramón Cárdenas por el título de Ring Magazine.
Bajo su tutela, los tres jóvenes pugilistas se abren camino en el boxeo profesional, cargando tanto con el legado de su padre como con sus propias ambiciones.
Emiliano (13-0, 11 KOs), nació en Oxnard pero actualmente radica y entrena en Las Vegas.
“Yo estoy aquí para hacer mi jale como padre y como entrenador”, afirmó Fernando a LA Times en Español. “Nunca ha habido un entrenador, campeón mundial, Salón de la Fama, que tenga tres hijos campeones mundiales. Han sido dos… pero no tres. Y esa es la meta”.
Lejos de buscar la aprobación pública, Vargas ha aprendido a moverse entre las críticas y las expectativas.
“Cuando me aventaron a los tiburones, decían que era muy pronto. Ahora que me estoy tomando mi tiempo con mis hijos, dicen que les ponemos puros pichones, taxistas. No vas a complacer a todo el mundo. A mí me vale madre. Yo estoy aquí para guiar a mis hijos”
— Fernando Vargas, excampeón mundial
“Cuando me aventaron a los tiburones, decían que era muy pronto. Ahora que me estoy tomando mi tiempo con mis hijos, dicen que les ponemos puros pichones, taxistas. No vas a complacer a todo el mundo. A mí me vale madre. Yo estoy aquí para guiar a mis hijos”, dijo Fernando.
Esa visión de largo plazo incluye decisiones estratégicas en las carreras de sus hijos, algo que Vargas no tuvo cuando fue lanzado al estrellato. Por eso, les repite una y otra vez que manejarán las cosas “suavemente, despacio, pero seguro”.
El joven de 21 años reconoce que, así como su padre fue criticado por avanzar demasiado rápido, hoy él enfrenta comentarios por avanzar “muy lento”. Pero lo tiene claro.
“Nunca vas a ganar con el público”, dijo Emiliano. “Lo mío es paso a paso. Yo necesito seguir ganando y llegar al campeonato”.
El origen del sueño comenzó, sin embargo, de forma casi espontánea. Emiliano, el menor, fue el primero en mostrar interés real por el cuadrilátero.
“Lo llevé a una pelea amateur y se le hicieron los ojos grandes. Me dijo: ‘Papi, yo quiero hacer eso’”, recuerda Vargas. “Le dije: si acabando la escuela me lo repites, te llevo al gimnasio. Salió de la escuela, se metió al carro y me dijo: ‘¿Me vas a llevar al box?’ Desde entonces, me hice entrenador”.
El orgullo mexicano corre por la sangre de Vargas y él sabe que la sangre guerrera pesa.
“No puedes ser un gallo de pelea de dos gallinas. La sangre va a salir”, dijo Fernando sobre la manera cómo sus hijos suben la intensidad durante sus entrenamientos.
“Los tres son cabrones, los tres saben pelear y los tres tienen la sangre mexicana”. Y si hay algo que no ha cambiado, es el fuego competitivo que arde en cada entrenamiento. “Yo era olímpico, no solo fajador. Tienes que saber boxear. Mis hijos saben eso. Ellos boxean, pegan y no se dejan pegar”.
La disciplina y el respeto son valores que se viven a diario en el gimnasio familiar. “Ellos están bien unidos, nunca se andan peleando. Antes, Amado y Junior se querían agarrar, pero les decía: ‘¿Tú piensas que tu hermano no va a reaccionar como tú? ¡Tienen la misma pinche sangre!’”.
La historia de Fernando no ha sido fácil. Su padre murió por el consumo de drogas y pasó una gran parte de su vida en prisión. Vargas encontró en el boxeo una salida.
“En cuatro años rompí la historia del boxeo amateur de Estados Unidos. Gané un torneo contra hombres de hasta 32 años cuando yo tenía 16. Le pegué la lotería, porque si no, hubiera terminado como mi papá”.
Hoy, todo ese camino duro se resignifica a través de sus hijos. “Lo que yo no tuve como hijo, lo estoy viviendo por los ojos de mis hijos como padre”, confiesa emocionado. “Cuando estaba morro, yo sabía que era chingón. Y no era mentira. Miren a mis hijos”.
“Yo no soy como mi padre, pero quiero ser el mejor peleador que yo pueda ser. Porque nomás hay un Emiliano Vargas, y nomás hubo un Fernando Vargas”
— Emiliano Vargas, hijo menor de Fernando Vargas
Y aunque la carrera de Fernando fue breve, fue intensa. Derrotó a cinco campeones mundiales, incluyendo a nombres como ‘Yori Boy’ Campas, Raúl Márquez, Ronald ‘Winky’ Wright y Javier Castillejo. “No fue fácil”, dice con orgullo.
Emiliano, junto a sus dos hermanos, representan la nueva cara de la familia. Su manera de expresarse lo hace ver carismático, además de su talento en el cuadrilátero con un boxeo refinado, le ha permitido captar la atención del público tanto en Estados Unidos como en México.
“Acabo de tener una conferencia de prensa en México. Todos muy amables, muy emocionados. Es algo que me motiva mucho”, comenta.
La relación con sus hermanos en el gimnasio es intensa, pero siempre amigable. “Si yo tiro cuatro golpes, mi hermano tira seis. Luego yo con ocho. Así trabajamos. Es algo muy bello porque no hay emoción más grande que ganar con gente que amas”.
Y aunque sabe que su padre dejó una huella imborrable, Emiliano tiene claro su propio camino: “Yo no soy como mi padre, pero quiero ser el mejor peleador que yo pueda ser. Porque nomás hay un Emiliano Vargas, y nomás hubo un Fernando Vargas”.
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